Un nuevo estudio ha revelado que los adultos mayores con niveles de colesterol inestables pueden tener un riesgo más elevado de experimentar demencia y deterioro cognitivo en comparación con aquellos cuyos niveles se mantienen constantes a lo largo del tiempo. Este aumento de riesgo se encuentra más marcado en personas cuyo colesterol tiende a aumentar de forma inestable, en lugar de en aquellos en los que las fluctuaciones son decrecientes. Los resultados serán presentados este domingo en la conferencia Scientific Sessions de la American Heart Association en Chicago y se consideran preliminares hasta que se publique la investigación final en una revista científica revisada por pares.
La doctora Zhen Zhou, quien lidera el estudio y trabaja en la Facultad de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad Monash en Melbourne, Australia, señala que “un descenso o un aumento significativo en los niveles de colesterol en la tercera edad podría actuar como un aviso temprano de problemas cognitivos y el inicio de la demencia”. Además, sugiere que “monitorear los cambios en el colesterol a través del tiempo podría facilitar la implementación de estrategias preventivas en una fase temprana”. Sin embargo, enfatiza que estos hallazgos no deben ser malinterpretados como un argumento para que las personas con colesterol elevado se abstengan de buscar su reducción, ya que esa es una forma bien establecida de disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
El colesterol, una sustancia cerosa similar a la grasa que se encuentra en la sangre, es producido por el hígado y también proviene de la dieta, sobre todo de productos de origen animal. Se clasifica tanto como colesterol total como por sus diferentes fracciones: lipoproteína de baja densidad (LDL), conocida como colesterol “malo”, y lipoproteínas de alta densidad (HDL), consideradas como colesterol “bueno”. Además, los triglicéridos son otro tipo de grasa que contribuye a la acumulación de colesterol dañino. Se ha establecido una correlación entre el colesterol elevado y el riesgo de demencia, y en Estados Unidos, millones de adultos presentan niveles de colesterol que superan lo considerado saludable.
El estudio se enfocó en determinar si las variaciones no intencionadas en el colesterol de un año a otro estaban relacionadas con un deterioro cognitivo o un desarrollo más acelerado de demencia en comparación con los niveles estables. Los investigadores analizaron datos de 9,846 adultos en Estados Unidos y Australia que formaban parte del ensayo ASPREE, centrado en averiguar si la aspirina de baja dosis podría prevenir enfermedades relacionadas con la edad. Las mediciones de colesterol se realizaron al inicio y de manera anual durante los primeros tres años del estudio.
Los participantes, mayores de 65 años y sin antecedentes de problemas cardiovasculares o cognitivos, fueron divididos en cuatro grupos según la magnitud de las variaciones en sus niveles de colesterol total y LDL. Tras más de cinco años de seguimiento, aquellos con más variabilidad en el colesterol total mostraron un 60% más de probabilidades de desarrollar demencia y un 23% más de probabilidades de padecer deterioro cognitivo, en comparación con los que tenían menor variación. En el caso del colesterol LDL, la probabilidad de desarrollar demencia aumentó en un 48% y el riesgo de deterioro cognitivo creció un 27% para quienes presentaron mayor variabilidad en estos niveles.
No se encontraron relaciones significativas entre los niveles de HDL o triglicéridos y el riesgo de demencia o deterioro cognitivo. Tampoco se diferenciaron los resultados entre quienes tomaban medicamentos para la reducción de lípidos y quienes no lo hacían. La Dra. Sudha Seshadri, fundadora del Instituto Glenn Biggs para Enfermedades de Alzheimer, advirtió que el estudio observacional no puede establecer causalidad, sino que solamente indica una relación entre las fluctuaciones del colesterol y el deterioro cognitivo.
En los últimos tiempos, ha crecido el interés por el impacto de las fluctuaciones en los factores de riesgo cardiovascular en la salud del corazón y del cerebro, aunque muchos estudios se han centrado en otros aspectos como la presión arterial o los niveles de glucosa. La Dra. Zhou comentó que futuras investigaciones deben analizar las causas de estas fluctuaciones y si la demencia se inicia antes de los cambios en el colesterol o es resultado de ellos. También se cuestiona si otras enfermedades crónicas podrían influir en esta relación.
Una posible consideración es que las grandes variaciones en los niveles de colesterol pueden desestabilizar la placa ateroesclerótica, que contiene principalmente colesterol LDL, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar placas que obstruyan el flujo sanguíneo al cerebro. Seshadri, quien no participó en el estudio, subrayó la importancia de que las personas con colesterol elevado sigan las recomendaciones médicas para su reducción. “Es esencial que se adhieran a los regímenes de medicamentos y que eviten los excesos en su dieta para lograr una mejor estabilidad”, concluyó.