Las pruebas de colesterol son un componente reconocido en exámenes de salud para adultos, pero su aplicación en niños y adolescentes es preocupantemente escasa. Expertos indican que varios factores, incluyendo la confusión en las recomendaciones médicas, contribuyen a la baja tasa de pruebas en este grupo de edad, lo que representa una oportunidad perdida para identificar riesgos críticos para la salud. La Dra. Sarah de Ferranti, cardióloga pediátrica en el Boston Children’s Hospital, señala que aproximadamente el 20% de los adolescentes presenta niveles de colesterol que no son saludables, enfatizando que este es un problema importante en la población infantil.
De Ferranti, quien también es profesora asociada en la Facultad de Medicina de Harvard, fue parte de un grupo encargado de elaborar las más recientes recomendaciones respecto a pruebas de colesterol en la niñez, publicadas en 2018 por la American Heart Association y el American College of Cardiology. Estas guías sugieren realizar pruebas en niños entre 9 y 11 años y nuevamente entre 17 y 21 años, o antes si existe un historial familiar de enfermedades cardíacas o colesterol elevado. Este enfoque es consistente con lo que indican otras instituciones de salud, como el National Heart, Lung, and Blood Institute.
A pesar de tales recomendaciones, la cantidad de pruebas de colesterol realizadas en menores es muy baja. Un estudio reciente reveló que solo el 11% de los jóvenes entre 9 y 21 años se someten a estas pruebas. En contraste, más del 70% de los adultos en Estados Unidos ha sido evaluado para el colesterol en los últimos cinco años, lo que resalta una clara discrepancia en el cuidado preventivo de la salud.
Se sabe que mantener niveles de colesterol saludables es vital para una buena salud cardiovascular y está asociado con un menor riesgo de enfermedades del corazón. El colesterol LDL, considerado “malo”, puede contribuir a la acumulación de placa en las arterias, mientras que el colesterol HDL, conocido como “bueno”, ayuda a gestionar aquellos niveles. La combinación de una dieta equilibrada y ejercicio regular es clave para mantener estos niveles bajo control. Las directrices federales sugieren que los niños de 6 a 17 años realicen al menos una hora de actividad física diaria.
La investigación ha demostrado una relación entre los problemas de colesterol en la niñez, conocidos como dislipidemia, y el desarrollo de enfermedades cardiovasculares en la adultez. Recientes estudios han mostrado que los niveles altos de colesterol en jóvenes están vinculados a un mayor riesgo de incidentes cardíacos en etapas posteriores de la vida. Además de la dieta y el ejercicio, los factores genéticos también desempeñan un papel importante en los niveles de colesterol, siendo crucial identificar problemas hereditarios, como la hipercolesterolemia familiar, que puede manifestarse con niveles extremadamente altos desde la infancia.
Se estima que esta condición afecta a 1 de cada 250 personas, pero menos del 10% de los casos son diagnosticados. A menudo, el primer signo de la enfermedad puede ser un ataque al corazón en la juventud. La Dra. Emily F. Gregory, profesora de pediatría en la Universidad de Pensilvania, subraya la importancia de realizar pruebas para identificar esta afección que puede ser tratada de manera efectiva si se detecta a tiempo. Si no se hace, las consecuencias pueden ser graves, incluyendo complicaciones cardíacas que pueden desarrollarse en adolescentes.
A pesar de la conveniencia de las pruebas de colesterol, existen barreras significativas. El U.S. Preventive Services Task Force considera que la evidencia actual no es suficiente para recomendar pruebas de colesterol universales para aquellos menores de 20 años sin síntomas. Esto no implica que las pruebas sean perjudiciales, sino que aún no se ha podido validar su efectividad con los estándares exigidos. Además, los pediatras suelen enfrentar una carga de trabajo considerable, lo que puede hacer que la detección de colesterol en niños con problemas relativamente raros se pase por alto.
A medida que los profesionales de la salud toman conciencia sobre la importancia de estas pruebas, es esencial que los padres también sean informados. Se les aconseja que discutan la posibilidad de realizar pruebas de colesterol con los pediatras de sus hijos, especialmente si se presentan otros análisis de sangre. La primera línea de tratamiento generalmente se centra en las modificaciones en el estilo de vida, como la mejora en los hábitos de sueño y la actividad física, antes de considerar cualquier intervención médica.
En la actualidad, la comunidad médica está cada vez más de acuerdo en la necesidad de realizar más pruebas de este tipo para prevenir problemas serios en la futura salud cardiovascular de los jóvenes. Los expertos invitan a los pediatras a estar al tanto de las últimas guías y hallazgos en este ámbito, para garantizar que los menores reciban el cuidado que necesitan. Es fundamental que tanto los médicos como los padres tengan en mente la importancia de estas evaluaciones para contribuir a una salud óptima en la infancia y la adultez.